Esta semana, Xóchitl Gálvez anunció su intención de constituir un nuevo partido político en el que no tengan cabida “políticos corruptos de otros partidos”. Argumentó que existe un espacio para ello, ya que 40 por ciento de los ciudadanos no votó por Morena y muchos se abstuvieron. Gálvez afirmó que su partido se formará al margen de los partidos que apoyaron su candidatura, los cuales no lograron tener representantes ni en la mitad de las casillas.

No cabe duda de que hay espacio, e incluso necesidad, para un nuevo partido, como señala Gálvez. La derrota de 2024 dejó al PAN, PRI y PRD expuestos como fuerzas menores, sin arrastre social ni visión de futuro. El PRD perdió su registro, el PRI podría desaparecer engullido por Morena, y el PAN, aunque probablemente sobrevivirá por su historia, sigue siendo el coto de un pequeño grupo, incapaz de recuperar el vigor que tuvo.

En este contexto, resulta natural que Gálvez contemple la formación de un nuevo partido. Sin embargo, su planteamiento no trasciende el simple reconocimiento de que existe un espacio para ello. Las reglas para formar partidos son complejas y exigen un esfuerzo monumental para demostrar presencia nacional. Gálvez no tiene estructura ni se le ve recorriendo cada municipio del país como lo hizo López Obrador para fundar Morena.

Gálvez podría aliarse con el Frente Cívico Nacional, como ella misma sugirió, para intentar subsanar las carencias organizativas que enfrenta. Sin embargo, la limitada convocatoria mostrada por el Frente en su Primer Encuentro Nacional Ciudadano, realizado en julio pasado, genera dudas sobre su capacidad para movilizar apoyos. Habrá que ver si este sábado logran mayor tracción en su segundo encuentro, aunque la falta de eco en los medios no augura un gran cambio.

El problema de fondo para Gálvez, como para el Frente, es que más allá de ser anti-4T, no queda claro qué tipo de México buscan ni cuál es su planteamiento ideológico. Frente al populismo de la 4T, no ofrecen una alternativa clara. Uno de los convocantes al segundo encuentro del Frente señaló que ahí se discutirá si el nuevo partido debe tener una ideología definida o limitarse a causas concretas. Lanzar un partido sin claridad sobre las ideas que lo guiarán no augura nada bueno.

En su entrevista, Gálvez también presentó ideas poco articuladas sobre su partido, mencionando únicamente que sería idealista, cercano a la gente y transparente. Propuso que sus integrantes no dependieran del presupuesto y trabajaran para crear un partido al servicio de los mexicanos. Sin embargo, estos planteamientos carecen de profundidad y no ofrecen nada que lo distinga de lo que cualquier otro partido prometería.

La gran pregunta es cómo construir una narrativa que conecte con la gente y contrarreste el discurso populista de la 4T. Este discurso resulta altamente atractivo al polarizar y crear una tribu del ‘pueblo bueno’ en oposición a las élites corruptas que supuestamente lo explotan. Desde esta perspectiva, las libertades individuales, la sociedad abierta y el gobierno con pesos y contrapesos —pilares de la democracia liberal— son descalificados como herramientas de las élites para perpetuar sus privilegios. La figura de un líder generoso que reparte beneficios y convoca a la resistencia contra esas élites se ha vuelto cada vez más seductora para muchos.

Frente a este panorama, carecer de una narrativa sólida que resalte las virtudes de la democracia liberal es un error estratégico. Como señala Nils Karlson, esa narrativa debe combinar logos, pathos y ethos: argumentación racional, emociones y carácter. No basta con apelar únicamente a la lógica; los liberales deben conectar con el sentimiento y promover una política de identidad que demuestre cómo una sociedad liberal puede ofrecer significado, comunidad, pertenencia e incluso emancipación.

Para enfrentar al populismo, se requieren narrativas potentes y convincentes que expliquen por qué y cómo el liberalismo contribuye a construir una sociedad justa y próspera. No es suficiente señalar los errores y excesos del populismo, criticar la gestión gubernamental o presumir decencia, transparencia y austeridad. Es imprescindible tomar partido, de manera decidida y feroz, a favor de lo que Karlson (Classical Liberalism Against Populism, 2024) llama el “espíritu liberal”, en el que se basa la democracia representativa que los populistas buscan socavar.

Nada de eso está presente en la propuesta de Gálvez para crear un partido. Su planteamiento, al igual que el del Frente, con quien seguramente terminará convergiendo, carece de rumbo y visión, lo que representa muy buenas noticias para Morena.